martes, 11 de mayo de 2010

LA NUBE NEGRA

(LA DEPRESIÓN. LAS CRISIS CREATIVAS)Más de cien palabras, más de cienmotivospara no cortarse de un tajo lasvenas,más de cien pupilas donde vernosvivos,más de cien mentiras que valen lapena.Más de cien mentiras (Esta boca esmía)«Soy un tipo profundamente pesimista y descreído, de esosque cada día se hacen el truco de que la vida es fantástica paraseguir viviendo. Cada día tengo más a raya el pesimismo porque esla única manera de poder vivir.» «Crisis creativas tengo todos losdías. Pero mi necesidad de escribir es aún mayor, con lo cual he asumidoque las crisis creativas son sólo una parte del ciclo de crear.Creo que la necesidad de escribir me acompañará mientras viva.»Tras sufrir la consabida isquemia cerebral, el cielo se desplomó sobre sucabeza con una furia bíblica, y las otrora imperiosas ganas de hincarle el diente a lavida, sus proverbiales «ganas de», se evaporaron de súbito.Fueron meses, años incluso, duros, ásperos, asesinos. Meses, años incluso, enlos que sufrir, a la vallejiana manera, solamente. Un período —meses, años incluso— en el que su existencia transcurrió emparedada en su piso madrileño. Tan sólocumplía, y a duras penas, aquellos compromisos profesionales en los que andabametido algún amigo íntimo.Dejó de cantar. Dejó de componer.Y es que el cielo se le antojaba, por decirlo con una imagen lorquiana, unavitrina de espuelas.J. M. F.: Háblame de tu depresión, Joaquín. De esa nube negra que te sobrevinotras el marichalazo, rebasados los cincuenta, como una furiosa menopausia. Quiénte lo iba a decir.J. S.: ¿Quieres que te hable de la depresión? Pues para que lo entiendas fuealgo así como cuando uno tiene catorce o quince años y cree que la muerte es algoque sólo les pasa a los demás y nunca a él, porque la muerte no existe entonces enabsoluto, ni siquiera si de pronto se muere tu abuelo. De hecho, los niños no lloranen los entierros; están inmunizados por unas enzimas que tienen. Del mismo modo,la depresión, que alguna vez sufrí de cerca por cierta chica muy amada, me parecíaque era algo que nunca me iba a pasar a mí. A raíz del marichalazo, del que merecuperé asombrosamente rápido —al cuarto día ya andaba y podía mover el brazo—, algún médico, algún sabio que consulté, me dijo que tuviera cuidado porque,cuando menos me lo esperara, me iba a sobrevenir una depresión. Y sucedió. Deuna forma además bastante rara de tragar para quien yo había sido, porque era unagrandísima falta de interés por todo o por casi todo y ningunas ganas de ver anadie, ni siquiera a la gente más querida. Estuve así como año y medio o dos años,sin «ganas de» [en alusión a su canto a la vida Ganas de..., incluido en el disco Estaboca es mía]. Con un rechazo radical y frontal por todo lo que significara escenarioy compromisos públicos. Incluso cuando empecé a asumirlos, a ir, por ejemplo, aalguna entrevista de prensa o de televisión, o con Luis García Montero y ÁngelGonzález el día de la presentación de mi libro de sonetos, me costaba muchísimo.Nunca olvidaré un día que tuve que presentar una novela de Almudena Grandes:estuve vomitando una hora entera, hasta justo dos minutos antes de salir a presentarla.Mi cuerpo rechazaba completamente cualquier compromiso público.Recuerdo también que Manel Fuentes, al que quiero mucho, me quería hacer unaentrevista para su programa de televisión y tuvo que venir a casa tres veces porquelas dos primeras no me presenté. Le decía a la Jime: «No puedo, no puedo», y ellainsistía un poco y yo me ponía histérico: «¡Si te digo que no puedo es porque nopuedo!» El caso es que al final conseguí domar mi cuerpo de una manera rara:cuando tenía que hacer algo para un amigo muy querido al que no le podía decirque no —hablo de muy pocas personas, Luisito García Montero o Ángel González—,me levantaba diez horas antes para vomitar y pasar del espejo. Y así fui empezandoa salir.J. M. F: Y a tus hijas ¿sí las veías?J. S.: Sí, a ellas sí las veía. De hecho, en los últimos tres años he sido el padreque antes no fui. Es decir, me las llevo a Cuba y a Rota [Cádiz] y vienen a mi casacada dos fines de semana. También porque han cumplido unos años [tienen quincey trece] y ahora puedo hacerles los chistes más crueles del mundo y ellas se ríen yme siguen el rollo. Hace cuatro años jamás se me habría pasado por la cabezallevarme a mis hijas a Cuba, y ahora, como te digo, lo estoy haciendo. La verdad esque si para algo me sirvió la enfermedad fue para estrechar lazos con mis hijas.Pero cuando estaba muy, muy mal, llegué a pasar quince o veinte días sin verabsolutamente a nadie, sin hablar y sin salir siquiera a la parte de mi casa que noera mi dormitorio. Viendo mucha televisión, leyendo bastante poco y,fundamentalmente, haciéndome el dormido. Fui a un neurólogo y me dio unosantidepresivos, los que a todo el mundo, tranquimazines y cosas así. Pero eso meadormilaba. Hasta que llegó un momento —de eso hará seis o siete meses— en queme sentí capaz de depender menos de esa ayuda y yo solito he ido reduciendo lasdosis, y ahora prácticamente no estoy tomando ninguno. Ahora me he puesto aescribir canciones y a hablar con la gente, pero todavía no tengo tan claro si subiréla escalera de un escenario del único modo que debe subirse, que es diciéndote enel penúltimo peldaño: «Ahora se van a enterar éstos.» Con esas «ganas de».J. M. F: Luego no se puede hablar exactamente de una crisis creativa aresultas de la depresión, sino de desgana, de apatía, de abulia.J. S.: Es que yo no encontraba asideros y a mí siempre me ha apasionado lavida. Cada dos meses me cogía una buena curda con mis amigos y entonceshablaba por los codos y cantaba como un mariachi, pero estuve siete u ocho mesessin coger la guitarra, sin mirarla siquiera. Y eso me hace recordar cosas muygraciosas que me contaba Berry [su actual manager y el de Serrat y Paco de Lucíadesde tiempos inmemoriales] sobre Paco de Lucía, fíjate qué pedazo de guitarrista.Berry venía a mi casa y veía las guitarras en la misma entrada, así colocadas una allado de la otra, y decía: «¿Sabes qué diría Paco si entrara? Pasaría, vería lasguitarras nada más entrar y les diría: hijas de puta» [risas]. Yo a la guitarra no lainsultaba, no. Lo que pasó es que me olvidé de que existía.J. M. F.: Hace ya muchos años, poco antes de Física y química, sí tuviste unacrisis creativa seria.J. S.: No fue una crisis creativa propiamente dicha. Al acabar un disco, y creoque ya hemos hablado de eso, siempre pasas unos meses en los que te dices:«¡Carajo! Ya no voy a hacer canciones tan bonitas como éstas.» Eso pasó hacepoco. Estuve también cerca de un año sin escribir nada pero en cambio salía todaslas noches y vivía muchísimo todo el tiempo. Me interesaba todo, me lo comía todo,me lo bebía todo y me lo esnifaba todo. Pero esta vez la vida había perdido su colory su sabor. Y tengo que decir que mis amigos los poetas líricos estuvieron ahí de unmodo impresionante. Con muchísimo respeto, porque si yo no quería ver a nadie nojodían. Pero siempre, todos los días, me proponían algo que se supone me podíaapetecer. Y cuando digo los poetas líricos hablo de Luis García Montero, AlmudenaGrandes, Felipe Benítez Reyes y Benjamín Prado. Y a ráfagas, porque desafortunadamentepara nosotros no está siempre en Madrid, Ángel González.

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